Otro invierno llegará by Massimo Carlotto

Otro invierno llegará by Massimo Carlotto

autor:Massimo Carlotto [Carlotto, Massimo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2021-01-01T00:00:00+00:00


8

El domingo por la noche, las personas a las que esperaba Giavazzi llegaron una a una, a escondidas y cautelosas. El primero, Michi Vardanega, luego fue el turno de Clerici y por último llegó Federica Pesenti, disculpándose por el ligero retraso. En realidad, había llegado antes que los otros dos. Se había quedado encerrada en el coche intentando encontrar el valor para enfrentarse una vez más cara a cara con el vigilante. Su marido tenía que haberse sentido realmente solo y desesperado para terminar siendo amigo de semejante don nadie. Y fue ella quien hizo que fuera posible porque lo había abandonado, apartado, atacado, solamente para poder justificar ante sí misma la pasión que sentía por Stefano. Se había creído todas las mentiras de su exnoviete y había fingido no darse cuenta de que la estaba manipulando, porque cada vez que se encontraba con él le temblaban las piernas de deseo. Mientras permitía una vez más que sus sentimientos de culpa la atormentaran, vio a un tipo —al que, después de un instante de duda, identificó como Michele Vardanega, el marido de la ayudante de peluquería— llamando a la puerta del vigilante, imitado unos minutos después por aquella víbora de Clerici. Estuvo tentada de arrancar el motor y volver por donde había venido, pero por lo que ella sabía, o más bien por lo que había intentado reconstruir en aquellos días confusos y dolorosos, aquellos dos individuos no podían ser otra cosa que los asesinos de su marido, y tal vez el vigilante había organizado aquella reunión para desenmascararlos. Fuera como fuera, ella necesitaba desesperadamente conocer la verdad para entender cómo tendría que actuar para salir completamente indemne y de una vez por todas de aquella situación incierta y peligrosa. Aunque no estaba tan interesada en ver cómo la justicia castigaba al responsable del asesinato de Bruno. Aquella no era su prioridad. Tenía que pensar primero en sí misma. Desde hacía tres días ya no tomaba psicofármacos porque se había obligado a permanecer lúcida. Bajó del coche y caminó con pasitos indecisos hacia la cascina, rezando para que nadie la viera. El vigilante la recibió con una media reverencia y la acompañó al salón. Federica percibió el asombro en las caras de los otros dos y se dio cuenta de que no los habían informado de su presencia. La mujer ignoró con desprecio el saludo de Clerici y permaneció de pie mirando fijamente a los ojos a Michele Vardanega, sentado en el sillón, hasta que este comprendió que tenía que ceder el sitio a la señora. Se levantó de golpe y fue a sentarse al lado de Stefano, donde ella no habría puesto su trasero por nada del mundo.

Giavazzi se aclaró la voz, levantó un tarro de marron glacé hacia la lámpara de techo y comenzó a observarlo a contraluz. Parecía un sacerdote en el momento de la eucaristía.

—Ahora les dejaré probar la producción de este año —anunció en un tono solemne—. Creo que he alcanzado la perfección. Es la



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